lunes, 2 de diciembre de 2013

Al tener un hijo preferido se daña la autoestima de sus hijos.

Los padres siempre tienen un hijo favorito aunque no lo digan
A la pregunta de a qué hijo quieres más, los padres responden inevitablemente que a todos por igual. Sin embargo, 'El efecto de los hermanos', un libro publicado sobre el delicado, asunto revela que el 95 % de los padres del mundo admite tener un hijo favorito - y el otro 5 % miente ". La tesis es confirmada por una investigación que duró tres años y demostró que el 65 % de las madres siente preferencia por uno de sus hijos, mientras que en los padres el porcentaje llega al 70.

Estas cifras, según los investigadores, podrían ser mayores, porque las familias sabían que estaban siendo monitorizadas.
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El tema, sin embargo, es delicado y nada más convocar a un debate en la red, se desató una ola de enfados entre los padres. Los científicos, por su parte, lo tienen más claro.

"El 65% de las madres y el 70% de los padres exhiben preferencia por uno de los hijos, usualmente el mayor".

Según Kluger, periodista especializado en temas de salud en Time, los seres humanos están biológicamente programados para preferir un hijo sobre otro.

"El acto narcisista de reproducirnos impulsa a los padres en favor del hijo mayor, el más saludable, el que tendrá más éxito reproductivo”, aseguró.

Existen otras teorías, que plantean que son las madres preferencia por su primogénito, pero con frecuencia los padres adoran a sus hijas menores.

La reacción de los menos queridos

Para ver cómo el favoritismo puede afectar a los niños los investigadores hallaron que el ser o no menos favorecido en una familia puede colorear el comportamiento como adulto.

"Los niños que se sienten menos queridos dentro de su familia son más propensos a desarrollar una baja autoestima, ansiedad y depresión", aseguran.

Otro caso típico es que el niño que se sienta menos querido por sus padres el niño, que su hermano o hermana, se portará mal para tratar de llamar la atención de sus padres.

Desafortunadamente, ese mal comportamiento y la búsqueda de atención sólo hace que la brecha entre padres e hijos aumente aún más.
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