jueves, 12 de diciembre de 2013

Escuela para Padres: Mi hijo no me obedece.

Mi hijo no me obedece

La disciplina no es un castigo. La disciplina ayuda a que los niños aprendan a comportarse de manera adecuada para su edad y su nivel de desarrollo. Está comprobado que los niños necesitan que los adultos les pongan límites y los hagan sentir seguros de qué es lo que pueden hacer y qué no; eso sí, nunca deben sentirse amenazados ni temerosos, hay que enseñarles con amor y respeto.

Esta es una edad difícil en cuanto a disciplina, ya que los niños quieren hacer valer sus derechos pero les cuesta trabajo respetar los de los demás y pedir las cosas de buena manera.

Los especialistas en materia de disciplina infantil siempre recomiendan las siguientes estrategias para niños a partir de 4-5 años:

1. Establecer límites. El establecer límites de manera coherente ayuda a que los niños se sientan tranquilos y seguros. Utiliza términos sencillos que él pueda entender y con instrucciones positivas dichas en un tono amable, como por ejemplo, "Por favor guarda tu juguete ahora mismo"; o "Por favor, habla en un tono más bajo y calmado", en lugar de decir "¡No grites!". Ofrece advertencias y avisos (usa las palabras "cuando" y "entonces" como un aviso sobre algo, en lugar de emitir amenazas).

2. Ignorar. Algunos comportamientos que no son peligrosos para el niño o para los demás deberían ser ignorados (por ejemplo: el tono quejoso, el discutirlo todo, el usar malas palabras, o el tener alguna rabieta). Muchas veces, simplemente haciendo caso omiso, cesa en su mal comportamiento. Si te es difícil ignorarle en ciertos casos, puedes llevar a cabo los siguientes trucos: Evita discutir o mirarle a los ojos; aléjate de él, pero permanece en la misma habitación; distráele con algo divertido que hacer juntos; alaba un comportamiento positivo (por ejemplo:"Me gusta mucho cuando en vez de gritarme me explicas por qué estás enfadado").

3. Tiempo aparte. Es un método que sirve para ayudar a los niños a calmarse y recuperar el autocontrol, a la vez que lo recuperan los propios padres para evitar entrar en una espiral de gritos. Esta técnica no debe usarse nunca con niños menores de dos años. Si el niño tiene entre 4 y 5 años, el máximo que deben estar en otra habitación calmándose es de 5 minutos. Una vez más tranquilos, hay que explicarle lo que había hecho mal y cómo corregirlo en voz pausada.

4. Enseñar las consecuencias. Si el niño comprende que su mal comportamiento tiene consecuencias desagradables, entenderá por qué no debe hacerlo, sobre todo si le puede acarrear a él o a las personas que quiere un daño. Si está jugando con cerillas, se puede quemar; si se le pide que deje de tirar la pelota y no lo hace, se la quitaréis, etc.

5. Pérdida de privilegios. Cuando un niño tiene edad suficiente para entender que se le quitará un privilegio si continúa comportándose mal, esto puede ser una experiencia instructiva. Si le ofreces la opción de parar, le enseñas las opciones y las consecuencias y aún así continúa actuando mal, quítale un privilegio (que anteriormente le tienes que haber explicado, no es justo quitarle un privilegio a un niño si no se le ha advertido sobre cuáles van a ser las consecuencias). Por ejemplo, si rompe la cabeza de la muñeca de su hermana, ya no podrá volver a jugar con los juguetes de ella.

Las reglas deben ser conocidas por todos y cumplidas por toda la familia. Asimismo, ambos progenitores deben ejercer la autoridad y estar de acuerdo en las reglas impuestas. Estas deben ser claras y tener siempre la misma consecuencia. Hay que ser específico con lo que se permite, hasta dónde se permite, las circunstancias que rodean a la regla y qué sucede cuando se cumple y cuando no.

Lo interesante de este proceso es hacer a los niños responsables de su propio destino, tienen la libertad de elegir entre cumplir o no con las reglas y por lo tanto ellos deciden si ganan o pierden la concesión. En la medida en que tú confíes en su capacidad para cumplir y en la eficacia de tus propias reglas, tendrás éxito en el gran reto de disciplinar a tus hijos.


Mi hijo no me obedece

La disciplina no es un castigo. La disciplina ayuda a que los niños aprendan a comportarse de manera adecuada para su edad y su nivel de desarrollo. Está comprobado que los niños necesitan que los adultos les pongan límites y los hagan sentir seguros de qué es lo que pueden hacer y qué no; eso sí, nunca deben sentirse amenazados ni temerosos, hay que enseñarles con amor y respeto.

Esta es una edad difícil en cuanto a disciplina, ya que los niños quieren hacer valer sus derechos pero les cuesta trabajo respetar los de los demás y pedir las cosas de buena manera.

Los especialistas en materia de disciplina infantil siempre recomiendan las siguientes estrategias para niños a partir de 4-5 años:

 

1. Establecer límites. El establecer límites de manera coherente ayuda a que los niños se sientan tranquilos y seguros. Utiliza términos sencillos que él pueda entender y con instrucciones positivas dichas en un tono amable, como por ejemplo, "Por favor guarda tu juguete ahora mismo"; o "Por favor, habla en un tono más bajo y calmado", en lugar de decir "¡No grites!". Ofrece advertencias y avisos (usa las palabras "cuando" y "entonces" como un aviso sobre algo, en lugar de emitir amenazas).

2. Ignorar. Algunos comportamientos que no son peligrosos para el niño o para los demás deberían ser ignorados (por ejemplo: el tono quejoso, el discutirlo todo, el usar malas palabras, o el tener alguna rabieta). Muchas veces, simplemente haciendo caso omiso, cesa en su mal comportamiento. Si te es difícil ignorarle en ciertos casos, puedes llevar a cabo los siguientes trucos: Evita discutir o mirarle a los ojos; aléjate de él, pero permanece en la misma habitación; distráele con algo divertido que hacer juntos; alaba un comportamiento positivo (por ejemplo:"Me gusta mucho cuando en vez de gritarme me explicas por qué estás enfadado").

3. Tiempo aparte. Es un método que sirve para ayudar a los niños a calmarse y recuperar el autocontrol, a la vez que lo recuperan los propios padres para evitar entrar en una espiral de gritos. Esta técnica no debe usarse nunca con niños menores de dos años. Si el niño tiene entre 4 y 5 años, el máximo que deben estar en otra habitación calmándose es de 5 minutos. Una vez más tranquilos, hay que explicarle lo que había hecho mal y cómo corregirlo en voz pausada.

4. Enseñar las consecuencias. Si el niño comprende que su mal comportamiento tiene consecuencias desagradables, entenderá por qué no debe hacerlo, sobre todo si le puede acarrear a él o a las personas que quiere un daño. Si está jugando con cerillas, se puede quemar; si se le pide que deje de tirar la pelota y no lo hace, se la quitaréis, etc.

5. Pérdida de privilegios. Cuando un niño tiene edad suficiente para entender que se le quitará un privilegio si continúa comportándose mal, esto puede ser una experiencia instructiva. Si le ofreces la opción de parar, le enseñas las opciones y las consecuencias y aún así continúa actuando mal, quítale un privilegio (que anteriormente le tienes que haber explicado, no es justo quitarle un privilegio a un niño si no se le ha advertido sobre cuáles van a ser las consecuencias). Por ejemplo, si rompe la cabeza de la muñeca de su hermana, ya no podrá volver a jugar con los juguetes de ella.

Las reglas deben ser conocidas por todos y cumplidas por toda la familia. Asimismo, ambos progenitores deben ejercer la autoridad y estar de acuerdo en las reglas impuestas. Estas deben ser claras y tener siempre la misma consecuencia. Hay que ser específico con lo que se permite, hasta dónde se permite, las circunstancias que rodean a la regla y qué sucede cuando se cumple y cuando no.

Lo interesante de este proceso es hacer a los niños responsables de su propio destino, tienen la libertad de elegir entre cumplir o no con las reglas y por lo tanto ellos deciden si ganan o pierden la concesión. En la medida en que tú confíes en su capacidad para cumplir y en la eficacia de tus propias reglas, tendrás éxito en el gran reto de disciplinar a tus hijos.

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